009 - Murcia

Tommy Mel's

Cócteles @ Bar Culturas

Estatua del Ángel @ Bar Culturas

@PliyoSenpai

El Bosque Animado

Batidos desde El Bosque Animado


Estamos a 16 de marzo de 2013.

Ocho meses encerrado han dado para mucho. Lo suficiente para cambiarte. Lo suficiente para esconder al animal que llevas dentro. Esconder el bosque, los pájaros. Esconder la montaña. Esconder todo lo que eras antes de entrar en un túnel del que no terminas de ver la luz. Te has acostumbrado a los raíles por los que circula tu alma y has absorbido todo lo que ha ido llegando.

Hasta que un buen día te paras, coges la carretera y dejas que suene la radio. Ya ni siquiera puedes aspirar a tu propia música, todo gira demasiado rápido. Todo ha girado demasiado rápido.

Como decía, dejas que suene la radio y la música va tocándote poco a poco. Ocho meses sin música son demasiado silencio. Cualquier nota te acaricia y se filtra hasta el interior de tus huesos, como una gota de agua en la arena, y cuando las primeras notas ya están posadas allí, cuando ya has hecho los primeros cien kilómetros, vuelve a ti algo que antes era tan común como el latido de tu corazón en el pecho. Vuelve el sonido de la carretera, el sol que aparece y desaparece según las montañas que dan forma al horizonte, el sonido del motor.

Entonces recuerdas que tienes manos y pies para moverte. Recuerdas que te metiste en ese túnel con intención de crecer y lo único que has conseguido ha sido replantearte el camino cientos de veces y perder. Perder momentos y personas. Perder el rumbo y perder cientos de oportunidades. Pero has absorbido las cosas, te has convertido en una esponja. Has crecido, sí, ¿pero a qué precio? ¿pero hacia dónde? ¿en qué dirección? ¿cuánto vale el sacrificio? ¿cuánto vale el tiempo que nos queda? ¿dónde está el camino de los sueños y dónde está el camino de lo seguro? ¿Por qué camino voy yo? ¿cuánto peso llevo sobre mis hombros?

Olvidas las preguntas y llegas a casa.
Cuando digo casa a veces hablo de unos ojos, de un abrazo, de un lugar o una persona.

Al llegar a casa, el animal que llevas dentro vuelve a olfatear el aire, la forma de la tierra, el sabor de las cosas, la textura de la vida bañando tus ojos con la luz del ocaso. El aire vuelve a tus pulmones y parece que las costillas dejan de apretarte contra los órganos, como si se rompiese el cinturón que apretaba tu garganta. Repito: el aire vuelve a tus pulmones.

Y cuando eso ocurre, sólo puedes sonreir.

Poco a poco todo vuelve a tener sentido. Vuelves a mirar lo que te rodea y olvidas que tendrás que volver, olvidas que el trayecto en el túnel aún no ha acabado. Olvidas el demonio que te persigue como si fuese tu propia sombra.

Has vuelto a viajar y la vida vuelve a tener color y sonríes con todas tus fuerzas, sonríes institivamente ante el momento presente porque el momento presente es todo lo que necesitas. Y todos los gestos buenos (siempre los hubo, renacer fue uno de ellos, la familia siempre es uno de ellos) de esos ocho meses germinan en tu interior como semillas que fueron plantadas en algún momento que no alcanzas a recordar con claridad. Tu bosque vuelve a nacer. El sabor de la montaña vuelve a tus labios. Los pájaros vuelven a tu pelo y anidan en tu cabeza. El animal que eres ahora está corriendo, y conoce a otros animales con los que forma una pequeña manada. Aullas. Aullas más fuerte. Lloras por dentro de felicidad.

Fuiste una esponja y has ganado más de lo que puedes llegar a valorar ahora mismo. Has crecido, sí, y crecer siempre es para bien. Cuando mudes de piel y dejes de usar esta membrana que te aprieta te darás cuenta. Cuando salgas del pantano, de los raíles, del túnel, cuando vuelvas a la montaña y dejes que la luz sea tu única piel te darás cuenta. Cuando vuelvas a ser un pájaro, te darás cuenta y volarás más alto que nunca.

Volarás.
Murcia desde la Cresta del Gallo

3 comments:

  1. Podría escribir tantas cosas... pero me limitaré a decir que es falso. Nunca has dejado de viajar, nunca al menos desde que te conocí hace ya tantos años en un sitio que no era el hogar de ninguno de los dos. Y nunca dejarás de hacerlo mientras la gasolina que nos alimenta siga cayendo aunque sea con cuentagotas en nuestros corazones.

    PS: en qué momento te enseñe a aullar

    ReplyDelete
  2. Murcia, mi Murcia...
    No he podido sentirme más identificada con este texto, de verdad, Pliyo. Todo lo que escribes suena a viaje, a asfalto, pero también a tierra, a raíces, a hogar.

    ReplyDelete
  3. La carretera como medio de crecimiento. Creo que cada 1000 km nos dan una vida extra.

    ReplyDelete